Agosto ha sido la representación de otoño, que por alguna razón al pensarlo aparece el color naranja. Y este año represento un ciclo de transformación y muertes, muertes sobre todo pequeñas e internas. Aunque también algunas externas, en el sentido de soltar y dejar ir. Se siente bien soltar, como cuando haces espacio en tu closet o te cortas el pelo y sientes en tu respiración aire nuevo, cambiando y diferente.
Este agosto representó cambios de estaciones, internas. Y como ya sabes, parece que todo siempre se conecta y que la realidad externa muestra partes de la realidad interna. Algún profesor alguna vez me preguntó, si no me pasaba que parecía que existía cierta sincronicidad en los temas y la temporalidad que mis pacientes estaban viviendo, y de qué forma eso conectaba también conmigo. No generalizable, sino en una energia o un tema que parecia sutilmente similar en sensación.
Mi trabajo es algo que me apasiona, y encontrar esos hilos invisibles que solo al moverlos y observarlos llegar a ver una pequeña parte de su impacto. Atraemos situaciones que vibran en una frecuencia similar a la propia, y parte de mi trabajo es estar muy atenta a mi mundo interno y la frecuencia que emito, cuidar de mi energía, porque sé que al trabajar sobre mis miedos, inseguridades o emociones no resultas facilito que las personas cercanas a mi puedan hacerlo (hablando en el sentido de a lo que me dedico).
Y vi eso mismo en varias personas, cambios y temporadas terminando. Finales abruptos o buscados. Inicios suaves y en mayor coherencia, pudiendo encarnarlos y estar presente en ellos realmente. Preguntate: ¿Qué cambió en esta última temporada de mi vida? ¿Quién soy hoy que al inicio de año no era?
Y mientras escribo y las palabras van cayendo sin pensarlas, septiembre me da la sensación de ser un mes de esperanza. Elevar la frecuencia para reconocer que en cada nivel lo que tu buscas también te está buscando, y te quiere encontrar.
¿Qué pasaría si recorremos esos pasos y construimos esa certeza?
La vida es buena.
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